Si bien los inicios de la lucha surgen con los griegos y con su inclusión en los juegos olímpicos, los pueblos mesoamericanos también la practicaban. Los guerreros se ejercitaban a través de enfrentamientos, principalmente de cuerpo a cuerpo, como se ha descubierto en algunas esculturas de guerreros olmecas.¿
Las primeras funciones de lucha libre en México suceden a mediados del siglo XIX durante la época de intervención francesa como exhibiciones extranjeras. Es más adelante, en 1863, cuando Enrique Ugartechea se da a conocer como el primer luchador mexicano y crea las bases de lo que sería la lucha libre mexicana.
Para el año de 1922, Salvador Lutteroth, ex teniente de la Revolución y hoy considerado como el padre de la lucha libre, crea la Empresa Mexicana de Lucha Libre, hoy conocida como el Consejo Mundial de Lucha Libre. Dicha empresa celebra su primera función en septiembre de 1933 inaugurando así la Arena México. En esta primera función se incluía al famoso luchador irlandés Ciclón Mckay y a Yaqui Joe, presentado como el único luchador mexicano campeón del mundo.
A partir de este momento la lucha libre mexicana comenzó a desarrollar sus técnicas, acrobacias, reglas y folclor propio, ganando paulatinamente una gran popularidad. Los saltos fuera del ring, las llaves a ras del piso y el uso de las cuerdas para impulsarse forman parte del estilo único de la lucha libre mexicana, estilos que han sido adoptados en otros países.
Fue en los años cincuenta en donde se gestaron las primeras leyendas de la lucha libre profesional como lo fueron el Santo, el Blue Demon o el Rayo de Jalisco. Su fama les dio oportunidad de incursionar en la industria cinematográfica nacional. Destaca el caso de El Santo, que filmó varias películas consideradas hoy en día una joya de la cinematografía popular mexicana.
La lucha libre es más que máscara contra cabellera. Es –a más de tres caídas y sin límite de tiempo– historia y tradición, negocio y atractivo turístico, deporte y rito, arte e inventiva, técnica y rudeza, habilidad y resistencia, personajes que son leyendas, símbolos del bien y mal, dolor y alegría…
Por eso y más, la lucha libre es patrimonio intangible, popular y cultural de la Ciudad de México (así declarado en julio pasado por la secretaría de cultura de la CDMX) y, como fenómeno social, objeto de investigación en la UNAM y en otras instituciones.
En 2016, el Senado de México declaró el 21 de septiembre Día Nacional de la Lucha Libre y del Luchador Profesional Mexicano. Ese día pero de 1933 dio inicio la empresa de lucha libre mexicana con la apertura de la Arena Modelo (hoy la México), a manos de Salvador Lutteroth.
El Día del luchador –sostiene José Ángel Garfias Frías, investigador de industrias creativas en la UNAM– solo tiene un carácter emotivo. Que el mundo del pancracio mexicano ya sea reconocido como patrimonio de la CDMX (iniciativa presentada por El Fantasma, comisionado de la Lucha Libre en la Capital), propiciará acciones que beneficien al luchador.doi+
Además del reconocimiento y dignificación de la profesión de luchador en diferentes espacios (por ejemplo, seguridad social y equidad de género: nunca luchadoras han estelarizado una función), se espera que haya más promoción turística de la lucha libre mexicana y se cree un museo que la revalore y ayude a que sea declarada también patrimonio de México e inclusive de la Humanidad, proyecto en el que desde la investigación trabaja Garfias Frías con otros investigadores para darle sustento teórico y evidencias de su valor cultural ante la Unesco.
Mil Máscaras, El Santo, Blue Demon